En las definiciones educativas de nuestro tiempo, subsisten las mismas dudas que caracterizaron al último tramo del siglo pasado.
No hallamos las estrategias ni las metodologías adecuadas que nos permitan encauzar el proceso hacia un modelo basado en pilares fundamentales de la formación de personas: hacer pensar y formar individuos libres y robustos en valores.
Esa educación integral no ignora la importancia de los contenidos y de la información. Le añade un trabajo tenaz en el desenvolvimiento de las capacidades reflexivas, analíticas y críticas de la persona.
La construcción del conocimiento se torna un objetivo tangible que debe ser trabajado con dedicación y esmero. Todo esto significa un cambio profundo y hasta traumático para los actores involucrados en el proceso.
Las experiencias previas están dirigidas en otro sentido, y allí radica el porqué de tanta dificultad par avanzar en esa dirección. La educación ambiental ofrece algunas soluciones interesantes a este problema.
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