Por Cecilia Olivet
Recientemente la sociedad rochense se conmovió ante un hecho de sangre y, como es habitual, la crónica roja destacó los detalles del hecho en sí, llevándolo a ser noticia nacional e internacional, desvinculada de toda contextualización.
Pero hete aquí, que una Señora Maestra, con mayúscula, escribió sus reflexiones sobre el tema y su carta está circulando por correo electrónico. En ella nos da una lección a los periodistas y comunicadores, pues va más allá de la cuestión, dejando al descubierto sus orígenes e introduciendo la dimensión ambiental a la información, situándola en el espacio temporal de gestación.
Sus reflexiones permiten preguntarse cuál es el origen de la violencia, dónde empieza y si es posible que termine. La pregunta que me hago es: ¿seremos capaces de renunciar a nuestras miserias individuales para gestar entre todos un modelo social que ponga fin a la violencia?
Como no pude comunicarme con la maestra rochense para pedir su autorización, trascribo su carta del 26 de setiembre de 2007 sin dar su nombre.
LOS HIJOS DE LA MISERIA
Son hijos de la miseria y salpican miseria y destrozan otras vidas con las heridas que provocan. Los cuchillos vienen hiriéndolos desde el nacimiento. Los cuchillos del hambre, de la desnudez, del frío, del desamparo, que minuto a minuto penetran en sus carnes y en sus almas y van formando en algunos un volcán monstruoso que se mantiene un tiempo guardado en el interior pero que un día estalla. Por eso hoy estoy triste…
Me levantaba temprano e iba de mañana a trabajar a mi escuelita. Esas escuelas y su gente que no fue la tuya pero la quieres como si lo fuera, donde trabajaste parte de tu vida.
Así uno y otro año. Años que pasaban sin sentir. Esperando mes a mes que llegara el otro para cobrar los flacos pesos que pagarían las cuentas del almacén.
Y fueron en esa escuelita de barrio veinte años, veinte jóvenes años en los que dejas el alma. Cuando dejas el alma, vas dejando retazos de vida y afectos. Los mejores afectos… el de los niños. Aquellos niños más necesitados de todo de lo material y carenciados afectivamente.
Y hoy estoy triste…un hecho me trajo a mi memoria una anécdota de esas que no se olvidan… que digo una anécdota… como un cargo de conciencia...
Fueron protagonistas dos de los hermanos menores del que hoy todos hablan y el dedo acusador de una masa ávida de justicia apunta.
A él lo veo saludándome desde la vereda por el grande y bajo ventanal del salón que daba ala calle, alegre con la sonrisa amplia y blanca… que hoy debe haberse transformado en mueca.
Era invierno y sus dos hermanos menores, que estaban en mi clase iban de chinelas… Tenían una goma por lo menos, entre el piso y los oscuras y endurecidas plantas de los pies.
Eran épocas duras… aquellas donde las bocas cerradas… mantenían empleos… donde el temor de perder los pocos pesos mensuales que ganabas te llenaban de inseguridad. Tantos colegas habían ido a parar a la cloaca de los desempleados por tener un ideal filosófico no compartido por los de arriba. Vivías con el temor diario en el estómago.
Y los dos hermanos continuaban de chinelas pisando la escarcha mañanera. Eran alegres y bromistas.
A veces cuando notaba a alguno muy distraído lo llevaba a la cocina y le dábamos una taza de leche. Una cosa que me enseñó esta profesión que el estómago vacío hace que la mente se vacíe también.
Y los padres continuaban aumentando la población del paisito. Un hermanito y otro nacía todos los años, y eran felices.
Un día uno me dijo:
- Maestra… yo no voy a venir más a la escuela…
- ¿Y porqué?
- Porque no tengo calzado para ponerme.
(Yo lo tomé con la naturalidad que te lo hace tomar, el ver todos los días lo mismo y como acostumbrarte a eso. En ese momento no me afectó mucho)
- Bueno veré si te puedo conseguir algo.
Era impensable que una cosa de esas pudiera pasar. ¿Cuántos championes a medio uso tiran ustedes o sus hijos hoy?…
Y me puse a preguntar.
Primero a nivel institucional, después entre mis colegas, después a mis parientes, después a algún vecino… Nadie tenía calzado Nº 39 que le estuviera sobrando. Yo no tenía dinero para comprarle, eran épocas duras.
Alguien me dijo:
- Déjate de preguntar… ¿dónde quieres terminar?
Dejé de preguntar y el niño no fue más a la escuela y no pude borrar ese episodio… ni el número escaso de calzado que debía solucionar la dificultad.
Recordé esto que pasó como un avión por mi memoria y se me anudó un sollozo y se me atragantaron las lágrimas cuando me dijeron hoy…
“ - Viste quien fue el violador…el que destrozó a la muchachita… Estaba drogado con pasta base. Era del barrio de tu escuela….vivía allí….”
Y la cara de toda la familia que había conocido, niños, fue desfilando por mi interior impotente que quería gritar y golpear, y sus sonrisas contagiosas e inconscientes de labios gruesos y dentadura blanca y cariñosa mirada azabache me volvieron inundar. Las palabras que escuchaba bailaban en mi mente se alejaban y venían.
Yo ni había oído el asunto pero continuó mi informante dándome los detalles... no reparando en mi mudo estupor triste…
- “Fue a la salida del baile…la llevo a punta de cuchillo, ….
- …..Le dio una paliza de trompadas, la dejó casi muerta le arrancó los dientes, le rompió el lacrimal y…….
- Casi lo linchan en el juzgado… .”
Te pregunto a tí que lees esto, a kilómetros quizá, de este Rocha, mi pueblo…Tranquilo como todo pueblito del interior y bucólico de un país olvidado hasta por las multinacionales, somos pocos, no conviene la inversión. Esas multinacionales con empleados inteligentes y casi robóticos que se reúnen como en las películas que nos vienen del norte.
Trajes de miles de dólares, con mesas y escritorios relucientes, carpetas del mejor cuero bajo el brazo, paso rápido y seguro, que se detienen y se inclinan par hacerse trasladar por un chofer en limusina propia.
Por teléfono o por email resuelven como si estuvieran comprando una hamburguesa y un refresco:
- Vamos a comprarle la tierra… hacer un monte de eucaliptos de esa pradera… ¿ que se va a llenar de jabalíes?... no importa…
Y de paso nos envenenan el agua… total para que agua pura…
¿Quién es el culpable?
Claro el que va a pagar la culpa es él, el que cometió el acto final.
Desemboque de tragedia… fin de la historia de dos. …una inocente muchacha que estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado y el culpable que está pasando a los tumbos por la vida y al final, muerte en vida y desolación .
Para él también vendrá el peregrinaje trágico.
Y los dueños de las desigualdades, seguirán invirtiendo donde los dividendos sean mejores, y seguirán con la coraza de la insensibilidad colocada. Y se enrejarán cada vez más y los barrios privados seguirán aumentando.
Seguirán aumentando también los asentamientos, el número de hijos de los indigentes. La progresión geométrica de la reproducción de la pobreza es sin fin…nadie la ve, nadie habla de ella... Perdón me equivoco, si, si hablan de ella, cada cierto período de años cuando las cabezas aspiran el poder… entonces los visitan, y les prometen, les sonríen , les palmean el hombro y hasta aceptan tomar un mate con ellos… las ilusiones se renuevan… Les tiramos unas monedas… una limosna… un asado.
A esta altura lo único que tiene salvación es la niñez…los mayores ya perdieron el hábito de trabajo.
Mire yo no estoy justificando nada, no puedo decir quien es culpable…
Pero a esta muchacha la violaron y maltrataron además, la politiquería, la indiferencia, la codicia, la ambición, los que creen que después de la vida precisamos lo que construimos en esta. Ustedes saben tan bien como yo que acá venimos desnudos y nos vamos así, de la misma manera… ¿Porqué los humanos nos aferramos tanto a los bienes materiales?
Algunos no ligan en la lotería de la vida, los destinos estarán marcados, pero ¿qué hace cada uno de nosotros para mejorar la calidad de vida de otro ser humano?
Mientras todos no tengamos a doña Solidaridad incorporada no como una palabra, sino como un camino de vida y también a su vecina, Sensibilidad, que le haga compañía, y que sacuda las patas de los cómodos sillones donde los dueños del planeta están sentados, y llegue a su alma, y los vuelva humanos… seguirá dando violadores, el tiempo, en esta América Latina paradójicamente rica, pero tristemente, desigual.”